Una imagen, un
olor, un sonido, nos traen una vivencia que sigue viva, latiendo. Va más allá
de que uno quiera o no, ese recuerdo vuelve sin permiso, sin ser llamado.
¿Por qué algo
que queremos sepultar, olvidar, se nos cuela por los sentidos y vuelve tan vivo
como siempre? Porque algo nos dice, algo nos reclama. Algo late en esa imagen,
en ese aroma, en esa música, algo nos susurra, es un tiempo perdido que vuelve
para ser recuperado.
Esas
evocaciones, esos recuerdos súbitos son señales que nos sirven de guía, porque
cuando escuchas una canción que te hace recordar a otra época y sientes
nostalgia, quiere decir que algo de lo que eras quiere volver, quiere
seguir vivo.
Casi todos los
días tenemos esas imágenes, esos olores, esos sonidos que nos transportan al
pasado, pero los ignoramos. Pero si en lugar de ignorarlos nos detuviéramos a
entender el mensaje que nos traen, entenderíamos mucho mas de nosotros. Y de a
poco, tirando de esa punta del ovillo, guiados por ese recuerdo, llegamos a la
otra punta, a esa palabra que siempre estuvo ahí y que vuelve, irrumpe, ni golpea
la puerta, nos viene a reclamar porque quiere ser dicha.
Es un tiempo
perdido que entra por los sentidos, que irrumpe de golpe, pasado que se hace
presente porque no puede esperar más.
Un tiempo
perdido que quiere renacer. Un tiempo perdido que quiere ser rencontrado.
Porque cuando recobramos ese tiempo perdido algo renace en nosotros y volvemos
a sentirnos vivos, volvemos a ser nosotros mismos. Recuperando el tiempo
perdido nos reinventamos una y otra vez .
Cuando algo se
nos hace presente una y otra vez señala algo simple, nunca se fue. Porque en
nuestro corazón limón no es limón, limón es hija. Una canción no es canción, es
deseo de amar. Pasado no es pasado, es tiempo perdido que quiere ser recobrado.
CA3